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Artículo de opinión
Condiciones y peligros para la emergencia política del proyecto verde

1-Septiembre-2010 Artículo de Mara Cabrejas Opine en el Blog
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El renacimiento de un proyecto político nítidamente verde en suelo español solo será posible si no se encierra en la repetición de un modelo de alianza electoral ya ensayado en el pasado: una simple suma de partidos y organizaciones territoriales ya consolidadas como de izquierdas y nacionalistas.

Desde este modelo se desaprovecharía la actual oportunidad histórica de crear de una nueva formación política verde, ya que estaría condenada al rotundo fracaso al competir por los votos dentro del minúsculo espacio político de partidos nacionalistas y de Izquierda Unida. También se malograrían los esfuerzos y las valiosas adhesiones de personas individuales muy conocidas por su compromiso ambiental, y que están dado públicamente su apoyo a esta apuesta por la creación de un nuevo partido verde en el conjunto del territorio español.

Este nuevo proyecto político solo podrá emerger como nueva y distintiva fuerza política verde si apuesta claramente por acuñar una única identidad pública y común, con mensajes y propuestas coherentes con un programa nítidamente verde homologado con el resto de partidos verdes europeos. Solo podrá tener éxito si sus líderes políticos son capaces de poner la óptica verde en el centro de todo problema y de toda acción política. Solo podrá consolidarse si sabe aprovechar a su favor la condición de transversalidad social, cultural e ideológica que singularmente caracteriza a las múltiples sensibilidades y preocupaciones ambientales, para así poder nutrirse de nuev@s militantes ilusionados y atraer votantes de todos los lados, no solo del reducido contenedor de la izquierda radical y nacionalista.

A pesar de las grandes restricciones que pone el sistema político-electoral para dar entrada a nuevos actores políticos, hoy siguen existiendo oportunidades para la emergencia y consolidación de un espacio verde en España. Dada la urgente necesidad de dejar definitivamente atrás la pasada historia de debilidad y testimonialismo político de Los Verdes en escenario electoral español, es claro que pueden crearse condiciones esperanzadoras para una regeneración política del espacio verde.
Es posible y deseable la constitución de una nueva formación política que siga los pasos de otros procesos más amplios ya presentes en la sociedad, como son la creciente presencia de opiniones y actitudes a favor de dar prioridad a la protección de los bienes naturales y por encima de los objetivos del desarrollo y el crecimiento económico; la gran credibilidad y la continuada puesta en escena pública de las denuncias del movimiento ecologista; y la mayor centralidad y visibilidad de las políticas ambientales.

Identidad distintiva y verde

El nacimiento histórico de los partidos verdes en Europa, con sus propuestas singulares y no dogmáticas, constituye una nueva búsqueda de eficaces respuestas políticas al conjunto de problemas que atraviesan hoy día nuestras sociedades, y de tal manera que las haga compatibles con la preservación del mundo viviente al que pertenecemos. Al tiempo que busca poner freno a las crecientes destrucciones y peligros socioambientales esparcidos por el éxito de la modernización y el desarrollo tecno-industrial, la agenda política verde se aplica a todos los terrenos de la acción política, y no se circunscribe a las "políticas ambientales", como pueden ser la economía, la producción, el empleo, el consumo, el urbanismo, las infraestructuras, el modelo energético, la fiscalidad, los gastos públicos, los derechos sociales, el transporte, la alimentación, la sanidad o la enseñanza. Este novedoso radicalismo prágmático del espacio político verde ejercita así un importante y distintivo cambio de mentalidad al no separar las necesidades de las sociedades humanas de las necesidades ambientales.

En el pasado y aún hoy día, los partidos mayoritarios de izquierdas, derechas y nacionalistas, no han considerado los crecientes daños socioecológicos, o solo lo han hecho de forma marginal y sectorial, mediante las embrionarias políticas ambientales. Pero estas políticas hoy son muy insuficientes e ineficaces, ya que afrontan las destrucciones ecológicas que nos afectan cada vez más de forma radicalmente desconectada del resto de prioridades de la acción política e institucional. Buscando conseguir renovadas dosis de legitimación para seguir manteniendo las políticas ambientalmente destructivas del desarrollo, las fuerzas politicas tradicionales emplean ahora la engañosa retórica del "desarrollo sostenible", que se ha puesto tan de moda y se ha convertido en la palabra mágica usada por toda política y partido que se precie, y al margen de todo color ideológico. Todos los partidos políticos entronan al unísono este nuevo canto de sirenas con barniz ambiental, aunque en realidad, con ello solo hacen defensa de la falsa y peligrosa creencia sobre una supuesta "compatibilidad" entre la protección ambiental y el alargamiento de los anacrónicos proyectos productivistas del actual modelo de producción y consumo.

En medio de este férreo consenso político a favor del "desarrollo y el crecimiento sostenible", la posible apuesta por una nueva iniciativa política que realmente quiera dar nueva forma y estabilidad al espacio verde en suelo español, deberá andar un camino con numerosas señales de peligro y con algunas direcciones prohibidas. Sin claros mensajes verdes y sin líderes políticos capaces de poner la óptica verde en el centro de todo problema, debate y gestión, se esté en gobierno o se esté en oposición, no será creible ni viable un este nuevo proyecto político. Una nueva formación política verde con mínimas posibilidades de éxito electoral y político, solo podrá tenerlo si adopta y sabe aprovechar a su favor la condición de "transversalidad" sociocultural que caracteriza a las sensibilidades ambientales, y que ha de orientar su estrategia, sus prioridades y su visibilidad mediática. Desde esta necesaria transversalidad, sus propuestas y mensajes podrían conectar y llegar a amplios y muy diversos sectores sociales. Además de una identidad distintiva y nítidamente verde, la opción por levantar el espacio verde también deberá acompañarse de una agenda y un programa coherente y homologado con los partidos verdes europeos.

No solo de izquierdas, el espacio verde es más amplio y variado

También hay importantes razones culturales, sociológicas y electorales para que el nuevo proyecto verde huya de ceñirse a unas estrechas definiciones ideológicas circunscritas a las tradicionales divisiones entre izquierdas y derechas, algo que haría perder una de las principales ventajas que de partida tendría: la transversalidad social de los valores ambientales. Contrariamente, este nuevo proyecto político tendrá que establecer claras distancias en relación a otros partidos de izquierdas, y deberá estar abierto a las muy variadas sensibilidades verdes: eco-libertarios, verdes profundos, verdes radicales, verdes ambientalistas, verdes pragmáticos, eco-liberales, animalistas, verdes espiritualistas, eco-socialistas, ecofeministas, bioregionalistas, afectados ambientales.

Dado que una parte importante del potencial votante verde no está nada motivado por las clásicas posiciones y confrontaciones propias de estas ideologías políticas situadas en la escala izquierda-derecha, si los líderes y portavoces de esta nueva iniciativa política se definen públicamente como de izquierdas y nacionalistas, será entonces muy dificil obtener el éxito buscado al encerrarse así en una menguada disputa electoral por un espacio social y por unos votos tan reducidos. Se trata de tener en cuenta algo fundamental, que los potenciales votantes verdes no se autoperciben con estos clásicos parámetros políticos, ya que responden a unas escalas de valores y a unas orientaciones en parte muy diferentes y plurales, y en las que los valores ecológicos ocupan un lugar central. Por tanto, este potencial electorado con sensibilidad verde no puede encajonarse en un único compartimento, como es el marcado por la izquierda o el ecosocialismo.

Desde el punto de vista de las percepciones sociales con interés ambiental y los potenciales votantes verdes, se convierte en prioritario el adoptar una identidad pública verde, común y única, que se acuñe con el programa, los candidatos, los discursos y el nombre designado para esta nueva formación política, y en nada será conveniente marcar y acotar públicamente el proyecto diluyéndola y reduciéndola dentro de las opciones de izquierdas. Esto constituiría una gran miopía política, ya que contrariamente, conviene adoptar una identidad en la que los valores sociales que conducen a la preocupación ambiental puedan caber cómodamente, y sin estar encorsetados en un único y reducido armario que al mismo tiempo excluye a un amplio abanico de sensibilidades ambientales que vienen de lugares sociales múltiples y muy diversos.

Los caminos sociales y culturales de llegada a los planteamientos verdes son plurales y muy variopintos, socialmente son muy transversales al no concentrarse en ningún grupo o sector específico. Son interclasistas e inter-ideológicos, y a menudo se generan por razones identitarias y particularistas, como pueden ser las que se dan cuando se perciben los daños y las amenazas a bienes propios ligados a la salud, el habitat urbano y rural, los ecosistemas y el paisaje. La mayoría de las luchas socioambientales en España se constituyen como movimientos sociales de este tipo. Pero también se puede llegar a las posiciones verdes por razones universalistas, como las desarrolladas en torno a la defensa de los derechos y bienes comunes amenazados.

Si es un obstáculo para la emergencia de este nuevo proyecto verde la autodefinición de izquierdas y el abuso de los discursos tradicionales que identifican y dividen a izquierdas y derechas, aún son mucho mayores las piedras en el zapato que introduciría el uso del "ecosocialismo" como idea englobadora y común por parte de sus líderes visibles. Esta necesidad de no encerrarse en un único y reducido espacio social y electoral de la izquierda ecosocialista, no ha de significar el que no se tengan que adoptar como propias unas propuestas ambiciosas en relación a las políticas redistributivas y los derechos sociales de todo tipo. El éxito electoral de la experiencia de Iniciativa per Catalunya (ICV) obedece a una historia y contexto sociopolítico muy concreto y específico, que en nada es trasladable al resto del territorio español, y que por ello no puede ni debería constituirse en el patrón y la talla única, si se tiene en cuenta que el mensaje de izquierdas-nacionalista carece de mínima viabilidad electoral para el resto de territorios al desanimar a los potenciales votantes verdes que vienen lugares sociales muy diferentes, y están muy alejados de estas particulares ideologías políticas. Lo cierto es que fuera de Cataluña, difícilmente podrá construirse una fuerza política a imagen y semejanza de la muy singular y valiosa experiencia política de ICV, puesto que se dañarían los valores de la trasversalidad social necesarios para este renacimiento político. Aunque ICV deba jugar un papel importante como parte impulsora del futuro renacimiento verde en España, sin embargo, más allá del suelo catalán, no ha de desempeñar un "papel excesivo" en las fórmulas que finalmente determinen los actores y organizaciones políticas que en cada territorio autonómico deberán "abrirse y fusionarse" para la conformación del proyecto estatal, algo que también está dentro de su propio interés político dentro y fuera de Cataluña.

Este nuevo proyecto verde también tendrá que evitar por todos los medios el dar pie a posibles identificaciones con otros partidos de izquierda radical, y aunque en parte comparta con ellos muchas críticas estructurales y la defensa de muchos derechos ciudadanos, lo cierto es que estos partidos tienen distancias insalvables en relación a las propuestas verdes, como pueden ser las relacionadas con el modelo de producción y empleo, las políticas de fiscalidad ambiental y ecotasas, las políticas de subvenciones públicas a la productividad y a las empresas, el urbanismo, el modelo de agricultura químico-intensiva, el transporte, el modelo energético, el consumo, o la construcción europea. Resulta demasiado habitual el comprobar que Izquierda Unida, a menudo solo añade retoques ambientales en sus teóricos programas electorales, que luego olvida en sus agendas prácticas y cotidianas, y que a menudo, se sitúa en el frente ambientalmente destructivo ante numerosos conflictos socioambientales concretos. A modo de ejemplo ilustrativo, una fuerza política como es IU, que al tiempo que se declara anticapitalista y en enemistad acérrima contra las barbaries del libre mercado, a la vez no tiene reparos en clamar por la continuidad de las masivas subvenciones públicas otorgadas año tras año a los empresarios mineros del carbón y en contra de los recortes anunciados recientemente por la Unión Europea, optando con ello por un modelo de producción eléctrica que intensifica la destrucción ambiental y la contaminación climática por CO2.

También conviene señalar que las experiencias de coaliciones electorales de los partidos verdes con Izquierda Unida, además de confundir al electorado por otorgar las señas de identidad verde a una formación política bien alejada de la responsabilidad ecológica, han anulando la distinción y visibilidad verde de la coalición, y en la práctica, a menudo no solo han servido para avalar todo tipo de políticas ambientalmente destructivas, sino que también han sido un radical freno a toda posibilidad de crear un espacio verde distinguible, autónomo y consolidado.

Un proyecto verde no nacionalista

Para la viabilidad y el éxito futuro de la estrategia de consolidar un espacio político verde, también se ha de adoptar una "posición moderada" en relación al modelo de estado, evitando el adoptar una identidad conjunta para el nuevo proyecto verde que contradictoriamente se autodefiniera ante la opinión pública como nacionalista. Por las razones de transversalidad del espacio verde antes comentadas, sería una hipoteca política y electoral difícil de superar la identificación con las posiciones nacionalistas, o con los clichés y estereotipos discursivos ligados a los nacionalismos periféricos o al españolismo centralista. Gran parte del potencial electorado verde, se siente ajeno al debate sobre el modelo de autogobierno y las propuestas nacionalistas. Si en el conjunto del territorio electoral se llegara a identificar socialmente el nuevo proyecto verde como proyecto o suma de partidos de tinte nacionalista, esto hipotecaría muy gravemente su mínima viabilidad y éxito político-electoral.

No al simple modelo de suma de partidos y organizaciones ya consolidadas

La creación de una nueva entidad política, tal y como ha anunciado públicamente J. Uralde, el exdirector de Greenpeace, ha de poder ser realmente el nacimiento de un nuevo animal político, que sea capaz de ganar credibilidad social poniendo fin a la crónica esterilidad de los muchos y fraccionados partidos verdes en España. Habrá que apostar entonces por algo nuevo, más abierto e integrador, huyendo del peligro de convertir lo verde en una simple parte, o en un adorno para el enganche electoral. La regeneración de algo nuevo es más y distinto que la suma de partes. Es bien diferente a lo que podría ser una simple agregación de partidos ya existentes y consolidados en cada territorio autonómico, con sus organizaciones y líderes reconocidos, y con sus propias señas de identidad de izquierda y nacionalista socialmente acuñadas y alejadas de la centralidad verde.

Habrá de evitarse la posibilidad de que esta proclamada nueva formación política verde acabe convirtiéndose, una vez más, en un tipo de alianza de provisionales "compañeros de viaje", basada en una "simple suma" de partidos de izquierdas y nacionalistas, y poco más. Unidos coyunturalmente ante un ciclo de procesos electorales, pero con la prioridad puesta en mantener las propias organizaciones al añadir así algunos votos más a cada una de las formaciones políticas integrantes. Además, este desaconsejable escenario de coalición basado en la simple agragación de partidos, estaría sometido a unos frágiles acuerdos y a un delicado y competitivo equilibrio de fuerzas entre ellos, que se expresaría de manera constante a la hora de repartirse: la dirección política, los líderes públicos, el programa, la visibilidad mediática, los recursos, los candidatos electorales, los gastos, los cargos públicos... En nada sería esto algo que se pudiera asemejar al nacimiento de una nueva fuerza política verde, y muy difícilmente podría superar sin desintegrar su volátil unidad, algunos de los futuros retos electorales como son los de unas elecciones generales.

Esta posibilidad significaría volver a transitar por los mismos caminos y errores ya cometidos, usando fórmulas de coaliciones electorales que invisibilizan y convierten a lo verde en una pequeña parte, en un simple convidado de piedra y en un malogrado rehén político. La historia nos puede dar buenas lecciones si recordamos que este modelo de coaliciones ha sido un fracaso político para la emergencia del proyecto verde en España. Conviene recordar la malograda coalición a las europeas de la llamada Europa de los Pueblos en 1999, y la posterior coalición de la Federación Izquierda Verde-Los Verdes ante las elecciones municipales del 2003, la que dió soporte a la novedosa candidatura J. M. Mendiluce al Ayuntamiento de Madrid. En este sentido, hoy resultan muy preocupantes algunas noticias que han ido apareciendo sobre una posible coalición entre partidos nacionalistas y de izquierdas (Chunta Aragonesista, Partido Andalucista, Iniciativa per Poble Valencià, Nueva Canaria, Iniciativa d´Esquerres), con organizaciones, militancia, líderes y señas de identidad bien cristalizadas en cada territorio autonómico, y bien alejadas de los planteamientos verdes.

También es clara la necesidad de una única identidad con un nuevo nombre propio, con una imagen distinguible y común que pueda ser fácilmente reconocida. Habrá que evitar por todos los medios una imagen de simple suma de nombres y siglas a modo de "sopa de letras", y también habrá que huir de imágenes y marcas ya acuñadas corporativamente en cada comunidad autónoma por unas formaciones políticas marcadamente nacionalistas y de izquierdas. Este modelo de "suma de partidos", además de estrechar enormemente el potencial apoyo social y la base electoral, crearía gran confusión y desánimo en el electorado potencial, que percibiría el escaso protagonismo de la parte ambiental dentro del conjunto, y con ello también se bloquearía la entrada de más activos políticos ilusionados con esta nueva formación política. Colocaría una vez más el elemento verde como superficial y secundario, como adjetivo y no como sustantivo, y así se repetiría el habitual uso de las tácticas de "tinte verde" empleadas por todos los partidos políticos.

Un nuevo movimiento político verde ha de poder nutrirse con personas procedentes de todos los ámbitos posibles, incluidos los de Izquierda Unida claro está, pero esto es algo muy diferente a la simple integración en este nuevo proyecto de unos partidos territoriales de izquierda radical y nacionalistas junto a sus propias estructuras organizativas y de dirección. Estos pequeños partidos territoriales que suelen proceder de divisiones y rupturas en IU, repiten su mismo perfil ideológico y disputan con ello sus votos y su limitado espacio electoral. Esta ruta de "suma de partidos de izquierda-nacionalista", no tendrá ninguna posibilidad de éxito electoral ni puerto de llegada posible, ya que al cerrar de golpe las puertas a la transversalidad social, automáticamente comportaría la pérdida de los mejores elementos de novedad y frescura para un nuevo proyecto que se autoproclama como verde. También se trasladaría a la sociedad una imagen penosa por las distancias entre lo proclamado y el "más de lo mismo" de estos casamientos electorales de conveniencia, que no aportan realmente elementos de novedad, sino que solo son un coyuntural encuentro entre viejos y conocidos partidos "necesitados" que buscan desesperadamente acercarse al 5% en los votos recibidos, y dentro del acotado espacio político de IU y del nacionalismo. ¡Todo un desánimo para la entrada en el proyecto de otras personas y grupos de muy diferentes y variadas procedencias, y toda una gran frustración para las urgentes necesidades socioambientales!.

Mara Cabrejas

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